EL EBANISTA
A: Hernando Mejía Restrepo
(In memoriam)
Hasta que dejaste de armar y
tallar muebles y cocinas,
Y polveras y cofres y
reclinatorios
Para asentar, guardar, deshacer,
derrochar y reclinar
Culos cansados y potajes rancios
y anhelos inútiles
De príncipes azules encantados y
tesoros de pacotilla
Y rodillas de tías hipócritas que
oran a dioses de ocho cifras
Y aromas de sándalos chandosos
importados;
Tú que pulías y taponabas fino y
bonito y barato
siempre que los buenos modos
alimentaran la estirpe del comején
de tu cigarro y la cebada
fermentada en cubas de Santo Domingo’s
malos aprendices de sagrados
ebanistas y peores
bailarines de tango...
Hasta que te fuiste a la única
tierra
Que puede ostentar detentar
eternidad
En arena gris de sinapsis y chispazos
y cortocircuitos de moral
y culebras que tambalean en las
ramas de las letras
haciendo florescencias de niebla
y humo de ideas
y palabras y conceptos y
fantasías y ensueños
hasta que viene la brisa tenue
del misterio
y corre el velo para dejar ver el
cielo azul, nada
que más tarde será telón de fondo
de la película
de una noche estrellada.
II
ESCATOLÓGICA
(Envío)
Y la respuesta no se hizo esperar
El demorado era el acuse de
recibo
Las eses de las heces lo
intuyeron
Hay todavía fuego en la mierda
Pero los hombres buscan signos
En la cultura del cadáver
De las cosas y sus atributos
Cuidadosamente elegidos
Para encarcelar el miedo
O enmascarar lo terrible
Parecía un cuatro navegando
A la deriva el último taburete
En el mar del retrete
Y una gran n minúscula
cabalgándole
La casa de la cosa, el domo
Debajo de medio lado como dormido
Con los párpados bien cerrados
El pez remitente
Y recordaste:
Dejas en una gruta por quince
días
El último almuerzo que ya no
quisieron
Los intestinos que ponen freno
Al frenesí de la sangre
Y encuentras las sin-esas
Huellas de lo que fue ousia
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