martes, 13 de diciembre de 2011

A UNA SIRENA (II)

II
Era sirena porque se la veía
con medio torso desnudo de la inseguridad
de la realidad,
alerta defendiendo la roca de la decencia;
el otro medio sumergido en las aguas
de la animalidad
con un cierto meneo de cascabel
subiéndole como un espejeo de escamas
en lo apretado de las piernas
como si ángeles le abanicaran tristezas
o demonios le mordisquearan firmezas
y un silencio pulsando cuerdas de luz
en el ir y venir desde el banco de la tienda
para hacerle una música de pestañas
a mi séquito de golondrinas
que le merodeaban
y nadie más lo sabía
sólo mi falta de empleo
y mi edad de piedra
y sus concurridas antipatías
que ponían sedales de photoshop
para pescar peces abisales
que a sus olas nunca asomaban:
sólo un moreno denunciar digital
como si el Facebook hiciera de prontuario
de una realidad pasada, pesada y contada
pero aún no dividida:
¡Ay, dejar de callar que nos duele!
¡Ay, abrir un boquete en el muro de la soledad
y prestarnos la lengua del buey!
y hacer de su lamer noticiario imposible
de lo otro y su reino perdido.

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