lunes, 23 de octubre de 2017

MIEDO


¡Qué miedo más lindo!
gritó una vez un niño en una esquina
y uno de los seres ignorantes seguía vendiendo golosinas
en la misma dirección de ellos, inocencia, porque sabía
que los buenos son aquellos a quienes no les importa
la poesía se las va diciendo [saber muchas ciertas cosas
como una que venía de muy lejos, en modo vivencia
ese chorro que brota, ese grito abierto paso del silencio
de la cosa vacía, y un grito estético
la voz diciendo otra cosa pero mostrando la fotografía
el ser humano, en el cuenco seco de la mano del aire
cuando ve la luz ya es otra cosa, que no la que adentro
¡Estoy en modo llama, estoy en modo infierno!
¿qué es lo que por ahí se dice, de que tu sabes lo que es el fuego?
Y ellos como todos, gustaban mirar la otra orilla
lo mismo que los pobres vendedores iban, sin saberlo, a ella
y de pronto, los compradores se arracimaban como vides
mientras, enseguida, más color, más imán, más cebo, silenciosa soledad
de publicidad, los malos tienen su ciencia pero nunca es 100% suya
como la magia de un beso soñado en pares, el sabor del paraíso
como el sudor de la piedra del sufrimiento, el adentro sin el estigma
y, claro, es cierto, que la ciencia logra que brote el agua de la piedra
pero ya no se acostumbra llamarla Meribá [a veces en el desierto
sólo Masah-age, massage, extensión de la mano, del experimento
más, ay, cuando en esa otra orilla, esa niña: Épica, por escudo de letras
en algodón negro teñido por el epos de otra cosa, otro sentimiento
que no era sólo el jeroglífico de un pecho ingenuo y tierno
como en mi época, como en mi épica, del mismo talante anti-tormento
de la apariencia, antipatía de lo modélico, esa piedra ya la conozco
y talla en mi hombro como el mundo, me atormenta eso otro
a lo que tu le esquivas el gozne y sin embargo quieres ser puerta
que no tiene corta-lengua, cerrándose justo donde pongo movimiento
del nuevo foco de esplendor, difuso como el actual desparrarmar
y dices no entiendo ese corte a filo de espada en el lado siniestro del pelo
veo y no creo ¿todavía existe el milagro? el absurdo todavía y sus tentáculos
su señuelo que cae igual del lado diestro, y en cambio ¿ves la trenza
emergiendo del centro de la dualidad hemisférica del pobre cerebro?
hacia el culo, ese olvido, y juega su juego, desviándose a sostener el mundo
en modo corazón, como cuando la mosca del mal es azotada por el látigo remoto
hasta que el tremor puesto en equilibrio pregunta ¿te gusto?
porque siento que te entiendo y no sé cómo
y entonces, desde muy lejos, en los confines del miedo, el mi-Edo
tiene un medio para gritar mi nombre
y un hombre que transcurre cansino se siente acogido y pleno.

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