lunes, 7 de agosto de 2017

DEL AMOR EN LOS TIEMPOS DE TWITTER


DEL AMOR EN LOS TIEMPOS DE TWITTER Y OTRAS HIERBAS

Me impresionó profundamente aquella historia de redes sociales. Me descuidé cinco minutos navegando en esas turbias y profundas aguas y ya me había olvidado. El supuesto generalmente aceptado es que como la superación de todos los tabúes y lo vertiginoso de la era tecnológica, todo lo que no afecte nuestros intereses, que pase según su nivel de hilaridad, de escándalo, de posibilidad de ser aprovechado, el resto, Vr. Gr.el lenguaje digital, vale V...

La historia es una de esas que se suceden por miríadas hoy día: Mujer, de provincia -hecha al pulso de clase medio burguesa-; fea para más señas pero para nuestro gusto con ese atractivo que mezcla el calor caribe con una palabra aburrida: sapiosexi. Su apelativo de Twitter tan sugerente como lo profundo de su inquietud intelectual: @marcodelenguaje. Su nombre de pila -que omito sólo como muestra de respeto a esa configuración de carne y huesos denominada con el genérico: persona-, eco que empieza a ser lejano entre los nombres de actualidad, mezcla de nuestro complejo de clase tercermundista, de nuestra puerilidad lingüística con un infantil atisbo de la nostalgia metafísica del espacio profundo y sus criaturas mitológicas. Ese nombre evocador aún de familias sin luz eléctrica, rezanderas de rosarios y con una concepción educativa de letra con sangre entra y detrás de ella mil aberraciones que no lo fueran si esa sensación del espanto del otro, traída de generación en generación por una malhadada idea escatológica, no se hubiera colado en el ya casi insondable concepto de civilización.

El caso es que nuestro personaje se ubica dentro del contexto burgués-universitario; con sus manías snob-intelectuales; con sus ridículas imitaciones del ambiente social americano y europeo (tan ridículas que el hecho mismo de que la secuencia de tiempo inserta en nuestros genes no es la misma que la de esas mentalidades que vuelven por dinámica de eterno retorno al soñoliento oriente con las telarañas de la historia haciéndoles dar tumbos, y, por contraste, esa manía acomplejada, hace que a nuestra fresca autenticidad tímida se la llame displiscentemente: TOLERANCIA). El personaje es mayor de edad cronológica, jurídica e intelectual; tiene bien claro lo que significa el carpe diem y el sapere aude; en consecuencia se enreda en relaciones sentimentales y/o sexuales con quien se le viene en gana; en este caso un jovencito medio aspirante a la cucaña del escritor con todos sus estremecimientos y estertores que hoy significa el término, más que la connotación de la pelea del hombre con esa hermosa herramienta del arte y la letra. El juego de luces y sombras de la interacción social le ha dado a nuestro personaje el marco de un cuadro cuya pintura evoca un ser aguerrido, cascarrabias, ávido de los tornasoles más reales del pavo real que aquellos que por montones se venden a precio de baratillo en marcas, lemas y cifras. Esos latinajos del modo de ser y vivir le han llevado simplemente a mostrarse en las aulas ganándose la vida y en las redes sociales obedeciendo al devenido papel de diván de Freud a control remoto que son estos Pavlovianos constructos ex-machina, que muestra a nuestros rabiosos y delirantes perros interiores ladrando con más o menos ruido, con más o menos miedo, con más o menos prudencia. 

Las cosas, según la versión que el muchachito ofrece a nuestros neutrales tribunales virtuales, vinieron a configurarse igual que un contrato leonino (hacemos "como sí" con la moral, pero ahí está la ley inserta para echar sal en la llaga); haciéndole, por mutuo acuerdo, conejo a aquella cláusula atávica según la cuál cuando la libre voluntad del corazón riñe con la de la razón, se ha de hacer caso a la primera, con todos los perjuicios a que conduzca la segunda. Y el maldito traicionero corazón le falló a la lealtad de tratantes mafiosos de la ley moral que, al uso, eran estos. El bongó de la pasión entró en remolinos no advertidos (una piedra en el camino también enseña que las pezuñas no están para rodar y rodar) y empezó a hacer aguas.

Para redondear; para nuestro gusto farandulésco de telenovela, que ahora simplemente consume, chic, el nuevo aderezo de Game of Thrones, la fiera del escritorzuelo ha desarrollado bien sus colmillos culturales y está haciendo uso de toda su parafernalia egoísta, predeterminada por la impronta critico-social mediante el esgrimir de sus haces láser que quieren derretir el débil tejido de ego vaginal, de guarida ancestral donde ese misterio llamado huevo primigenio incuba sus polluelos inéditos; claro, toda la hipócrita energía de pantalla con imagen convexamente invertida ha de clamar que la pobre criatura salga de su bosque propio y se interne en la clínica dónde los especialistas en marañas del Yo le hagan crecer nuevamente, fuertes y robustas la enredaderas biofitas y o saprofitas que hagan honor a la luz y que su clorofila llamada amor siga trabajando para que esas otras criaturas llamadas abejas se hagan inmunes a nuestros venenos aspersores, sigan produciendo miel y no pierdan el aguijón cuando pican o cuando pichan. Y me voy porque estoy empezando a temer que deliro en un viaje de yagé que no recuerdo haber tomado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario