LA TÍA
Cómo decirlo
las diez leguas a la frontera
sobrevinieron como un deslave?
¿supo de pronto el nido ufano arriba
del árbol
que una enredadera en la ventana puso
su mano
y ahora la estrella, la sonriente, la
cálida,
la cantarina, la que saltaba charcos
estalló en enana?
Decir que es raro
que ahora las flores abran sus pétalos
para incitar el canto del pájaro
y que más bien se evaden como los
brillos
del pez delante de un zarpazo;
iré a decir de una buena vez que la
indeseable tía vino
de visita pero va a instalarse
-confesaré que trajo un presente
un cartel con caracteres extravagantes
en la frente
“entre maduro y decrépito sólo
hay un paso”-
contra voluntad o contra ley
mostrándome la cédula actualizada en
la arruga?
¡Que se vaya al carajo!
Va a depender de mí
de como paladee y pinte de colores su
sucio vestido renqueante
de cómo la envíe a llevarle al
asqueroso mundo mis albricias
de desprecio, mis venenosos pasteles
pacientemente horneados
de cómo el niño insolente va a
recibir el estallido del globo
en la cara, lleno de agua, de la dama,
la elegancia, largamente disimulada
¿cuántos tronos de triquitraques
vamos a conquistar.
Es obvio, que tienes todas las
ventajas.
O vamos a irnos juntos a bailar el
borbotón de los gusanos?
Muchacha.
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