martes, 1 de abril de 2014

PREGUNTA



Vengo a preguntar, amiga, conocida
¿dónde vive, puedo hacerle la visita?
Pues si anoche en el momento en que  pedía
 al ángel del último pensamiento
 que tomara de la mano a mi sueño
y lo llevara a buen puerto
vino usted a rascar con su deseo la cabecera de mi cama;
todo porque en la mañana mientras iba de pasada
me agarré de la rienda de su trenza
hecha con crines de yegua alebrestada,
es porque el aire de su deseo le corcovea;
 y eso que fue sólo un instante,
¡qué de festín se hubiera dado su uña
con mi desolada carne.

PS.: Cuando este poema fue a ser entregado, su autor debió escribir en el aire de los corcoveos: ¡Amiga, no me gustan los números, me gustan las letras! 

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