sábado, 22 de febrero de 2014

AHORRROS PARA TU MUERTE

AHORROS PARA TU MUERTE
(Larvatus Prodeo)
Ahórrate un poco del salario de las ganas de morir
 así tendrás cómo acometerte cuando te abandonen todos:
las coquetas doncellas que te inoculan su suero de picardía
las amigas más queridas ataviadas en bikini de poesía
las esperadas orgías con el número y el misterio
las encopetadas e interesantes damas de novela
los ceremoniales iniciáticos del vino.

Guárdate un poco de ese hilar sano de tu gusano
no sea que te tengan que sacar con fórceps
del vientre de la puerca  parca;
puedes seguir invirtiendo un tanto en juergas
con las prostitutas fuerzas
ensayarles todas las posiciones
hasta la del cero absoluto
así como esas chandas que tienes enfrente
y te quieren estropear tus metros
hazles,  entonces, la obra de caridad
de ponerles tu soma detrás
para que gasten en psicología
su perdida substancia que hace indemne a la muerte
la sílaba y el número Dios, palabra y mente- caerán
                                                                [a tu védica suerte
mientras ellas, la forma y la prosa, pasan al purgatorio
de las fuerzas en pena.
Cómprate tus galletitas delicatessen de infame esperanza
bajo tu cuenta y riesgo de harinas y otros re-finamientos;
deja que tus huesos sigan esnifando su polvo de piedra
y las vísceras sigan tocando su sinfonía heroica de autonomía
antes de ver a Napoleón entrando tirano en Vi-e-n-a-dentro
                                                                                [de la melancolía
Así harás méritos para nacer a una sana y robusta muerte
y empieces a mamar de la leche negra
que destilan los ganchos filosos de la hierba de lo disperso
                                                                                     y lo inconexo
                                           [en la ubre de la intrusa vaca hueca
para que con mimos de ubicuas nodrizas vayas aprendiendo
                                                                    [las primeras otras letras
que te dirán si era cierto lo que decían las escuelas resentidas
                                                                           [del principio del cielo
que no debías haber elegido ejercitar la f-i-b-r-a
-la fe de ir de redundancia a principio-  
de Shakespeare o Chaucer, de Joyce o de Milton
sentado en desvencijada silla de tapicería gris
cuyos resortes salidos te mortificarán el trasero
en lugar de la baba feliz y liviana de sinapsis sincréticas
                                                                                     [y abúlicas
que niegan que Dios es un Diablo solitario, primero.




La metafísica: “Hallar malas razones para lo que creemos
por instinto, aunque el hallazgo de esas razones
sea también un instinto”
Bradley, F. G.
El cielo ha ido a teñirse el pelo
en un palacio de belleza moderna y descomunal
pues esto-se-ha-agotado, agosto
y hay que renovar.
Voluptuosas y perezosas nubes
atomizan fresca laca de agüita, esperando
que los mil millones de hebras grises
que el sol ya no aguanta, reaccionen
asomándose por la ventana
en tinte color oro viejo
que al alzarse las faldas montañeras
aparece entre un verde niño y nuevo...
Ah, pero de pronto la mano desdeñosa
del real difusor de golpes de fortuna y alegría
emborrona el papel de su guía y azar
trae el latido al jardín infantil “Ilusiones”...
Aún su majestad no se alza a su testa
tamaño abusivo y monumental
a ceñirse en lo alto su corona sin gracia
de eternidad...
Mientras, los alegres muchachos
y las invisibles risas
que han jugado, con éxito
a saltar sobre su sombra
a quedarse y a irse de estrella en estrella
se preguntan ahora: ¿Qué ganar?
si aunque invierno e infierno rimen, no casan
porque la tibia modorra que emerge
de la chimenea loca
no deja imaginar ¡atiza!
las chispas que bailan con son y sin ton
en el hueco contento tiritando en la soledad...
Los segundos esperan haciendo fila
para hacerse motilar las mechas de la envidia
de las gotas que caen serenas sobre un papel
                                                             [de inanidad
y un corazón les detiene
con sus navajas henchidas yendo y viniendo
hundiéndose en la carne podrida del aire.


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