lunes, 22 de diciembre de 2025

 

PROSA DE UN DÍA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

 

Se actualizó en aquel corto tiempo la remembranza de viejos tiempos. Pero igual que en las películas de antes de la era digital que se traían a los nuevos equipos, los fotogramas aparecían desvaídos, con fantasmas, los colores eran como aguadas de acuarela y, sin embargo, llenos de vívida emoción. Se llamaba la inmaculada pero todos la conocíamos como la “parroquial” vamos a ir a la parroquial a la misa de diez eran las palabras de la abuelita que, con una dispensa del papa Pío XII, conseguida por el Dr. Uribe quien sabe dónde, ella exhibía con orgullo, enmarcada en dorado, para no asistir a las misas de precepto; ésta era la única fecha en que dejaba la “casa blanca”, el casino de ingenieros que regentaba, en manos de sus ayudantas para asistir a la misa de celebración de la Inmaculada Concepción. Siempre nos turnábamos con mi hermana –y secretamente nos peleábamos-, un año yo, el siguiente ella, las vacaciones de una semana antes para disfrutar de esa casa misteriosa y refinada, con sus manjares, sus rincones llenos de sorpresas –alguna tarántula tiesa patas arriba, mariposas iridiscentes que surgían desde el monte, chapolas grandísimas que soltaban polvos dorados que nos llenaban de terror que compartíamos cuando nos llevaban juntos para que no nos enfadáramos- pero también su soledad que a los tres o cuatro días, luego de dar vueltas de exploradores en torno a la casa y algunas praderas cercanas, con el temor terrible de la advertencia: andar con cuidado no ir a pisar una culebra  pero que corríamos porque eran unas praderas plagadas de una flores parecidas a la lavanda y que daban unos pequeños cascabeles que recogíamos en ramilletes para abandonarlos al rato, nos llenaba de aburrimiento. Y así fueron desfilando recuerdos y recuerdos: Los huevos fritos en mantequilla de vaca, la sopa de tomate, el pudín de leche, la leche cremosa recién ordeñada. Las calle empedrada de nuestra casa con los andenes sin un solo espacio para una vela más, el olor fascinante de la pólvora envuelto en humos verdes, rojos, violetas, dorados de los volcanes, los buscaniguas,  las papeletas, los voladores, las sirenas. Después aparecieron nuestros orgullosos atuendos: unas gabardinas de tela impermeable china, lo que hoy sería el equivalente a las carpas de los motociclistas, que eran exclusivas de nosotros, los niños “ricos” de la cuadra. ¿Dónde irían a parar al menos dos anillos con piedra de rubí con que mi abuelita siempre quiso mantener mi dedo?

Ahora era todo tan diferente. Ya sabía, yo me lo había inventado, que la prosa era por-la-rosa, la búsqueda sinuosa entre los meandros de los pétalos, caminos intrincados, buscando el centro que mantiene la tensión y la expectativa, en la tersura del pétalo de la palabra escogida, inspirada, el sístole aquí, diástole allá, entre una y otra vuelta y la cosquilla en el estómago por avanzar, hasta llegar quizá no para decepción pero sí al punto donde todo vuelve a quedar ahí, opaco, acaso llamando a otros puntos que siempre van  a pertenecer a un pistilo, a una pista seguida amedias, a un estambre, a una ésta-hambre, insatisfecha.  Y el tiempo era un volver la mirada, una mirada tan distante, tan difusa, tan inútil.

Por eso es mejor mirar siempre adelante. Y ahí estaba, la misma iglesia, las mismas sillas, las mismas imágenes, pero ahora de otro pueblo, aún más alejado de aquel elusivo centro; un parque principal pintoresco pero pleno de lo que ahora se llama la aldea global; han bajado del páramo los lecheros que ya saben el centro del negocio de aguar la leche, rendir el queso y mezclar la mantequilla, los citadinos todavía atienden a la educación cívica, a las normas de etiqueta pero también están al acecho de la estafa cibernética y el polvo fácil. Las sillas que cada domingo cada cual elige más o menos a capricho ahora están reservadas para invitados especiales. Solo las naves laterales, que ya están atestadas, están disponibles para iniciar el viaje. Entonces entra por los aires  el invitado principal: Lo Solemne. Los aires que lo traen en andas son abanicos desaforados en caras airosas, pechos oprimidos, ojos vivaces en movimiento frenético. Aquí, el poderoso defiende su desdén en aire de decencia, el pobre su dignidad en traje limpio e igual en variado diseño que el del rico al uso de la moda, sólo que sin marca, el pícaro ha afeitado bien su faz de camaleón pero todos somos buenos cristianos aunque como en el verso de Serrat “gentes de cien mil raleas”.

Por la generosidad de un parroquiano que acompaña a su pariente, un muchacho down me es dado un palco lateral en medios de una abuela y su nieta que no llega a los cinco. Si decimos palco no decimos del gallinero del desaparecido “teatro Olympia“ , sino de una butaca en la que lo que primero se ofrece a la vista es una dama de rojo con su novio o esposo, parecen hermanitos (ese lugar común del amor que busca mirarse en el otro como en un espejo de signo contrario, estética de las simetrías para construir un espejo tallado en cristal de roca. Nosotros, en cambio, somos de tendencia opuesta, buscamos antípodas de bello, de noble, de dulce, para construir, quizás, espejos asimétricos pulidos en diamante con el buril de la oposición que hace de campana de la música de las esferas, pero por eso no buscamos la antípoda del fuego que viene a ser la presión enorme con que las entrañas comprimen el carbono para dar paso a los eones del diamante, ay… tiempo e ilusión).

Entonces se inició el desfile: Una fila interminable de pequeñas novias con sedas, velos, encajes, otras con humildes atuendos; no tantos novios: caballeritos muy tiesos y muy majos con la insignia en rl brazo derecho y la lanza ofreciéndose al cielo (una pequeña antorcha no encendida, aún. Todavía no había un signo de distinción entre cielo y firmamento. Finalmente el novio –como el invitado principal- era sólo uno). El marcial redoble de tambores que desde el palco que, muy discreto, muy sutil, se eleva desde el atrio, va marcando el paso como una fanfarria, los sigilosos pasos de un gato y un ratón atado: ¡¿?! Ya están encendidos los motores de las naves centrales; las tías, los amigos, los chismosos acechan con sus palos celulares desde los costados. La dama de rojo cuyo vestido es tan sobrio como su silueta esbelta que se entrelaza en la filigrana de los dedos de su compañero se sonríe discretamente  con la nueva compañera, su cutis es tremendamente limpio, se podría decir que brilla; además, sus facciones son armoniosas, su nariz es respingada como si, al contrario de las aguileñas que evocan la carroña que surge de la tierra, quisiese ofrecer el aroma de inciensos y mirras; de pronto se desanuda de la garra del hombre que discreto y sereno –además de orgulloso, sabe que la dama cuya tela del vestido enseña una hermosas piernas y un talle de avispa le es es un buen complemento- y recoge de la banca de adelante un llavero que indica que el puesto ya no está reservado. En la banca posterior otra dama, figura morena, adolescente, nerviosa ha abandonado su lugar para tomar aire fresco; ya ha regresado pero su lugar lo ocupa una pariente más vieja; se queda de piés y mira en rededor; la dama de rojo tiene una actitud hierática pero sus ojos están al tanto del balón. El oficiante ruega a los fotógrafos conservar la compostura. ¿cuántas veces se han cruzado, como saetas. las miradas de la dama de rojo y la morena? El cronista no podría decirlo pues también los puntos cardinales derecha, izquierda han requerido vigilancia discreta de camarón que duerme aunque no esté haciendo siesta. Aunque es muy común ya pero poco difundida la cualidad de la telepatía, el observante escucha que alguien ha dicho para sí: ah, ahora entiendo: tonto de solemnidad. El chico down se revuelve nervioso y matiza acomodando el cuello de la camisa de su edecán. La nena mueve de un lado a otro de las piernas del vecino, su pequeña cartera rosa como si reclamara un aire propio. Finalmente, la dama corpulenta de pechos ostentosos que parece haber comprado una recarga instantánea de juventud y hace parte del séquito de la dama de rojo, invita a un anciano que se ha ubicado en el hiato de bancas junto a la abuela,  a sentarse en el puesto libre: nada personal, es la lógica ¿no?

El gentío se revuelve entre sus gestos solemnes que atienden a las palabras del oficiante y sus propios signos interiores. Ya es la homilía: voy a contarles una historia «este era un matrimonio muy feliz que tenían un niño muy lindo y muy majo. Están felices porque hace muy poco les ha llegado un integrante más a la familia; una preciosa bebé. El niño exige que le permitan tener un encuentro a solas con su hermanita; ellos recelan que pueda tener una actitud agresiva porque, claro, ya no va a tener la exclusiva de la atención y se niegan pero el niño insiste, de modo que deciden dejarlo que visite a su hermanita con un vigilancia de cerca para ver cómo se desarrollan las cosas. El niño se acerca a la cuna y le habla a la niña tomándole sus manitas hermanita, estoy muy contento de que hayas venido del cielo a hacernos compañía, eres una bebé muy hermosa pero quiero pedirte un favor ya que estás tan recién bajada del cielo y es que guardes muy bien el recuerdo de cómo es Dios para que cuando puedas hablar me cuentes porque yo ya no me acuerdo.» El sacerdote hace una exhortación a cultivar esos sentimientos y actitudes inocentes por el contrario de la costumbre moderna de tomar los rituales como ceremonias tontas y vacías; recuerda cómo el descreimiento va haciendo cada vez más estragos en la vida social y familiar; el año pasado fueron 273 niños los que para esta misma fecha se presentaron para su primer encuentro con el creador; este año ¿saben cuántos vinieron? 270 pero en las otras parroquias mis colegas me dicen padre, escasamente tres han querido hacer su comunión en la iglesia del barrio. El embeleco del espectáculo, la exclusividad, el cuarto de hora de fama. La mente del espectador atento, como buen dilentante de la filosofía no puede dejar de hacer su cálculo cabalístico: dos y siete, nueve y tres, doce, ce-do, cedo, poco a poco al demonio mass media; dos y siete, nueve, el número último de la serie de los naturales, ya viene el cero y todo comienza de nuevo. La gente y la posición no le permiten ver el altar donde una serie de niños escogidos –palco VIP- encienden sus cirios y recuerda confusamente otras ocasiones, antes de que hicieran arreglos locativos para tapar goteras y arreglar desastres ocasionados por las termitas, que el rayo de sol que incidía precisamente sobre el centro de la iglesia, delante del altar donde uno o dos niños dejan que las volutas de humo de sus cirios se eleven tan significativamente entre el rayo de sol, ya no está y, por alguna razón extraña recuerda a aquella niña que, años atrás, aparecía en vallas publicitarias y afiches con una particular cara de belleza pero con un enfado convincente: ¡pólvora, ni riesgos! Y a la que tiempo después –tiene que ser la misma pues conserva ese rictus enfadado en sus facciones acaso con la decepción de una ilusión de fama y poder ofrecida por algún político depredador- ha visto hecha toda una mujer.

El chico down hace toda una exhibición de canto del hosanna y el entorno menos aplomado se vuelve; un chico espectador que no es de los protagonistas se le ríe en la cara y él muy afianzado en su papel histriónico se trata de arreglar los puños de la camisa que tienen un aderezo con botón, como se embarulla, el observador se decide a ayudar y éste le hace un mohín de desprecio. La chiquilla de la abuela, recostada en sus piernas mira de reojo con ese brillo nítido y vivaz de los niños después que ha preguntado con cierta sagacidad inocente: abuela, ¿hay segunda comunión?  Cuando el que repasa y registra se ha levantado del arrodillarse en la elevación y va a sentarse para los preparativos del ofertorio, se sienta encima de la pequeña cartera que la niña ha puesto en su espacio como protestando por la suerte de ocupar un espacio que ya no había para él.

Todo acaba en un tremendo zafarrancho de parientes que quieren tomar fotos, ver cómo reciben la hostia, indicaciones a distancia, esguinces de los mirones que se han elegido mutuamente para tener su secreta guerra y las cafeterías aledañas se preparan para que la emoción dure un poco más.

sábado, 8 de marzo de 2025

UN RATO

 UN RATO EN EL AYUNTAMIENTO DE UNA CIUDAD CUALQUIERA

Ella es linda. Pero ya sabemos que lo lindo tiene que ver con lindero. Para lo bello hay

que entrar al predio y averiguar por los precios. Se pone las manos en el bajo vientre

cuando sale de la oficina al pasillo para atender al visitante. (Qué significa aquel gesto,

pudor acaso, o esa insinuación masculina vulgar normalizada en las mujeres de

llevarse alguna mano al centro de las piernas cuando una situación sensual, erótica,

intensa les increpa). Ella está en el ayuntamiento de un pueblo de provincia, pero no

cualquier pueblo, es un pueblo que podría ser un barrio de una capital importante.

Total, no es ningún ayuntamiento de esos que están medrando al margen de los

poderes económicos, políticos, de conocimiento.

Ella estaba allá, detrás del parapeto que crujía aterradoramente cuando un usuario

apoyaba los codos con demasiada fuerza, como si le dijese, oye, anda con tiento,

descálzate del descaro que el terreno que pisas es sagrado. Ella ofrece una impresión

que pone a reñir lo lácteo de su producción de melanina con el rubio oxigenado de sus

cabellos bien cuidados aunque peinados de modo sencillo. Ella tiene una tendencia

muy común en las gentes de sensibilidad extrema muy poco acostumbradas al

autodominio. Así como cuando una periodista inteligente llega a un medio y la ponen a

dominar el acento para que no se adivine de que región viene. Curiosamente hay

muchos clientes para este tenderete de ventas de gobernabilidad y de mostraciones

del producto: lo que nos importa es la gente; lo que nos importa son los derechos

humanos: Personería Municipal.

Como la entrada es estrecha y el espacio de atención al usuario es exiguo hay que

mostrar que no se es un vulgar indolente atacado de exigencias al estado providencia

(aunque no es tal: ya hasta los más ignorantes saben que el asunto va de una rapiña de

leones con buitres, hienas , hasta que las poderosas y multitudinarias hormigas se

enzarzan en lucha cruenta con las diminutas por los restos para abono de sus

comunidades (ja, ja, ja, la hipérbole es muy desafortunada: las hormigas salvajes van

por los mendrugos grandes: un bote de pintura, una teja, un subsidio , un empleo para

afianzar el tejido de venta de servicios clandestinos). Pero hay pequeños focos que

claman por un poco de proteína: Justicia.

Ella está muy ocupada; de modo que el personaje sale al pasillo para que el ambiente

no se torne hostigante; y como el pasillo si es amplio y tiene vista de 360° pues se

descansa la vista y la ansiedad. Pero todo es anodino y soso: las hormigas de la

empresa de aseo llegando a su cuartel para terminar turno o rendir informes; las

reinas del panal de las diferentes dependencias exhibiendo sus más caros atributos en

función de salir de una oficina a otra, de cruzar, al frente, a lo lejos, al otro lado del

patio, una pierna sobre la otra para que el franco mirador apostado sobre la baranda

no enfoque su compás con tanto esfuerzo. Pero definitivamente es, al darse vuelta

para disimular el ser sorprendido, que allí, a dos metros, enseguida de la oficina que lo

hace esperar, como un símbolo sagrado, el aviso: DEPARTAMENTO JURÍDICO, en

letras rojas y grandes y debajo una vela votiva sobre la cornisa de la ventana; y

mientras mira y trata de hacer zoom sobre el objeto tan curioso que en todo el centro,

como el anillo de las setas en un día de verano que escurren como prepucio sobre el

glande colorado y seductor del sombrero, sólo que la vela no tiene sombrero, tiene

pabilo, pero no está encendido, piensa: Todo reino y todo cielo tienen que ser

ostentosos, mostrar boato, intimidar, sobrecoger, infundir respeto. Se acerca y resulta

que la vela votiva es una delicada y primorosa caña enana de bambú, verde, plena de

vida (o acaso sea de plástico que imita hoy tan bien lo real), sembrada sobre arena con

un mantillo de piedrecillas níveas a quien el devoto ha colocado un bonito anillo de

oro refulgente (es tan distinguible el oro para el conocedor del aparente goldfish) y, en

el preciso instante en que la mente quiere irse a imaginar la clase de amor de este

amante, acaso el director del departamento, acaso un amor grupal, de esos que hacen

de una causa su única empresa, cuando sale, como un celoso guardián que no necesita

uniforme ni dar detalle alguno, una diosa despampanante; su expresión es la de una

criatura caprichosa y mimada, su gesto de desdén de saberse venerada su ropa, escasa

–un topless de color ácido que resalta sus exuberantes pechos, una faldita ceñida de

cuadros que llega justo a dejar adivinar, no ver, la deliciosa frontera de las corvas- y

fina de marca pero de gusto vulgar –una falda escocesa que llegase a las rodillas y

dejase una abertura lateral hasta el mismo sitio descrito sería una expresión de gusto

y de clase-.

Y ahí está, justo en el momento de cruzarse los contradictorios conceptos de colegas y

antagonistas, ella. Mientras se acerca para dirigirle la palabra, pues allí, con las manos

delicadamente puestas sobre el vientre, su mirada le ha invitado ¿me necesita? , nota

que allá atrás, en el fondo, parada sobre el dintel de la puerta de la oficina, está la

personera que es a quien él solicita; junto está la ella otra , la rolliza hembra de bucles

vaporosos en su cabeza y unos remolinos de miedo en las caderas, a quien, una vez,

mucho tiempo atrás, con ocasión del Día de la Mujer, le espeto en la cara, en plena

calle, un piropo atrevido pero inteligente e incontestable, con el consiguiente

desplante ¿qué es lo que quiere? Los contrastes y el reino unido del poder; no, no el UK

sofisticado pletórico de la flema de los meandros lingüísticos y los melindres. La

personera es joven, cojea ligeramente y tiene un estilo cautivante por su sencillez que

no deja de mostrar inteligencia e inspirar respeto. Sólo podemos ofrecerle una gestión

de modo informativo para que el juez de la causa, puesto que ya le hemos gestionado un

amparo de pobreza y el consiguiente abogado, proporcione informes acerca del estado

del proceso. Usted sabe, la ley tiene sus procedimientos y sus términos. Es cierto que

usted está siendo abusado por gentes inescrupulosas y que como ciudadano de la tercera

edad debería tener un trato preferencial, pero nosotros no podemos hacer más.

Sí, ella era linda pero era una auxiliar y era joven y estaba tocando también las puertas

del poder sólo que con otras pretensiones. Pero era tierna y amable y tenía futuro en

ese vientre inspirador de machos competentes que pudiesen ajustarse a los requisitos

sociales para una vida de promoción y progreso de la familia, el Estado y la sociedad.

Entonces se fue con el peso de la incertidumbre encima y el dolor de la impotencia, no

de músculos o de órganos, sino de esa imposibilidad de las fórmulas y sus abusos. Y

ahí fue cuando se acordó de aquel otro personaje, ese si ahora impotente de un tal

Juan Justicia Arriba, mejor conocido como Jhon Updike y su atrevido Conejo. “Conejo

en paz”. Conejo tenía las venas llenas de grasa de pecana, de margarinas industriales,

de deliciosas mantequillas de maní y la mente rabiosa del rumbo que habían tomado

sus deliciosos y constantes orgasmos, cogiéndose a quien quisiera, incluso a su propia

nuera, la deliciosa aunque neurótica y medio bruta mujer de su hijo vago, vividor,

cocainómano y sospechoso de maricón por culpa del vicio, que ahora lo tenía al borde

de la quiebra. Así que empezó a consolarse un poco –consuelo absurdo y pusilánime-

de poder irse a aquel parque que le prodigaba tantas inquietudes y sensaciones que

estimulaban su mente con las travesuras de chiquillos y las actitudes de gentes y

mujeres aún plenas de humanidad y no, como el Conejo, con varios infartos encima y

todavía yendo a parques a rabiar y a esforzar lo que ya no podía; pero ¿no era

preferible infartarse o hacerse matar sacando de los cojones esa fuerza que todavía

tenía para poner a los abusadores, al puto abogado que parecía defender más a los

demandados que al demandante y al mundo en general que parecía estar

acariciándole las pelotas?

viernes, 29 de diciembre de 2023

PALESTINIAN

PALESTINIAN

Ser pequeño, ser pobre, ser solo, 
Ser un perro, ser un cero,
Una cifra sin multitud,
A la izquierda de todo.

Ser un preso a cielo abierto
Oprimido por mi hermano,
Pisoteado por su bota de guerrero,
Él, de Dios hijo bendito su pueblo
Que se va a inventar la píldora y la bomba
Atómica y el cohete y el viagra y el bacillum
A la tierra del extranjero,
El pagano y no el bárbaro,
Él, ahora justificado por el Goliath,
Del daño colateral de mis niños muertos.

Ay, y éste, aquí, y sus muchos otros
Testigos en la pantalla de la centella
Y el trueno del bombardeo
Bajo la cobija tibia;
El Yo, gustando un vino pleno
De sulfitos a precio de mimo;
Yo, cero de última fila después de la coma,
A la diestra de dios padre capital eterno,
Mientras, afuera, el cielo
¿Quién sabe de qué quantum habla con la bestia
De vientre de fuego a cuyos piés duermo;
Qué conjeturas y qué refutaciones se harán
Entre agujas de fuego líquido móvil y el tapiz de truenos; 
Qué, de quiénes, cuáles las plegarias
Por las que los armisticios de cada día se firman
Con retozos de ceniza y pequeños estremecimientos?

Que de Palestina suban putas y proxenetas y pederastas
Y se dispongan para su Enero
No significa que adentro, muy adentro
De sus corazones y vientres
No pueda surgir, de pesar
Un sonoro pedo.



Ay, y éste, aquí, y sus muchos otros
Testigos en la pantalla de la centella
Y el trueno del bombardeo
Bajo la cobija tibia;
El Yo, gustando un vino pleno
De sulfitos a precio de mimo;
Yo, cero de última fila después de la coma,
A la diestra de dios padre capital eterno,
Mientras, afuera, el cielo
¿Quién sabe de qué quantum habla con la bestia
De vientre de fuego a cuyos piés  truenos; 
Qué, de quiénes, cuáles las plegarias
Por las que los armisticios de cada día se firman
Con retozos de ceniza y pequeños estremecimientos?

Que de Palestina suban putas y proxenetas y pederastas 
Y se dispongan para su Enero
No significa que adentro, muy adentro
De corazones y vientres
Surja, de pesar, un sonoro pedo.

domingo, 3 de diciembre de 2023

RECUERDO PDF

 Se negó a detener la mirada. Como cuando uno, intempestivamente , en pleno
centro de la ciudad, se topa con una plasta, máxime que es una de uno que habla y
-se supone- piensa, eludió de inmediato el contacto. Era un día de esos, raros. Como
si un presagio o un signo ominoso se cirnieran sobre el ambiente. Llovía con esa
lluvia menuda, lerda, amenazante como la calma chicha.
No sabía nada del último suceso y tampoco le interesaba. Había tan poco de creíble,
o al menos digno de seguirse para estar al día, informado; todo ahora tenía su
intención oculta: Compra, invierte, vende, afíliate, toma partido, manifiéstate, sé del
equipo ganador. Era preferible intentar encontrar el signo fantástico, poco
esperanzador es cierto, de la poesía, pero al menos dejaba la sensación de que
fuerzas más grandes que las poderosas que te mantenían en sozobra total -que las
guerras, que los ladrones, que las pandemias, que el fracaso esperando la
catástrofe.
Acaso por eso el día anterior dio curso al capricho que se le dibujó en las mientes a
modo de ocurrencia: Lo que era la sala de la casa -que más parecía la guarida de un
animal herido; desechos viejos por todas partes, humores acumulados, alimañas en
los techos, en los rincones, en el lecho-, se convirtió en dormitorio. Los viejos
muebles donde hacía tanto ninguna visita se sentaba ni la vista se regodeaba ante el
ventanal al calor y los barruntos de un vino, se fueron al fondo, junto a la estufa,
junto a la cocina; un diseño tan extraño que respondía, simplemente, a unas
necesidades de industria ya tambíen extinguida de fracaso prematuro (sus
mentores habían emigrado a buscar el suerño americano). La alcoba, alojada en lo
más profundo de una L, para nada signo de elegancia, en la que el palote vertical es
la entrada y en el rellano la ahora sala, quedó tal y como venía, con la cama del
anciano que había muerto ya hacía casi tantos años que el número tres se constituía
como un retroceso en la capacidad de conciencia que sólo hasta el siglo XVII se
inventó el término millón. La cama plena de carcoma pero aún resistente al peso,
aunque no al trajín, de la madre, se armó junto a la ventana y unos viejos cortinajes
color púrpura de una cretona brillante, formando un cuadrado como si una urna
funeraria de un personaje espléndido, como catafalco. Era simplemente un cambio
de ambiente. Pero después, emergió la poesía.
Como la biblioteca era a sus ojos un ser vivo que mostrenco e inmóvil da signo de
vida y plenitud entregando sus miembros a seres hambientos de comérselos luego
de darles un paseo de varios días y luego devolverlo -normalmente indemne como
señal de respeto-, había ido a retirar tres novedades que buscaba con ahínco sin
ninguna guía, sólo un instinto extraño que lo guiaba a determinado pasillo y le hacía
auscultar lomos, títulos y reseñas que, invariablemente, mostraban un aspecto de
su vida presente o reciente; el monstruo sabía todo de todos y a él le gustaba
conversar con sus oráculos.
Ese día de lluvia no le iba a impedir realizar los oficios sagrados de tomarse dos
cervezas en un banco de parque, con sus invitados sobre los hombros, saliéndose
por las costuras de la mochila de modo inadvertido en forma de arabescos llamados
letras y formando nuevos corros de palabras con su dispositivo anfitrión y sus
sinápsis. Lo haría bajo el alerón de una casa vieja. Así que cuando se disponía a
proveerse de los sagrados viáticos en la gran superficie, fue que se encontró de
bocajarro con la gran plasta. Llevaba un extraño atuendo de pintor de brocha gorda
y su odiada faz de bonachón, como si una digestión de manjares exquisitos se
hubiese visto impelida a salir, de prisa, por la salida de incendios que, en los
manchones y costras abigarradas de overol invitarían a cualquiera hiena famélica a
zamparse de nuevo semejantes despojos.
Hoy se lo volvió a topar. Esta vez no tenía el semblante abotargado y rubicundo del
alcohólico y el decente atuendo de un profesor jubilado. Un anciano preocupado de
tener que hacer larga fila para pagar las mismas tres cervezas, de la misma marca,
frente al mismo personaje que tampoco esta vez lo vio.
¿Era Platón el que había inspirado aquella ocurrencia de hace unas semanas en que
la pared del pasillo que formaban los cortinajes albergaba una copia descolorida de
“Picador con subalternos” del gran Fernando Botero, cuya noticia de haber fallecido
anunciaban los medios ese día? ¿Era, simplemente el espíritu adelantado, entre
sueños, el que había construido aquel rincón de alcoba para que la muerte
encarnada en el alma del maestro, al entrar se encontrara con una de sus obras y
siguiera hasta la alcoba sin mirar en el camuflage de catafalco?
El día, que era espléndido inicio de diciembre se hizo amargo por una sensación
extraña, una mixtura entre remordimiento y culpa de hybris por no haber llamado
al profesor de filosofía antigua I, que denostó y rechazó los delirios (M-I-S-T-E-R-I-
O = Mi-(e)s(te)-río) de un novel aprendiz de poeta. Venga, Amado, pague sus
cervezas que yo hoy brindo con vino francés: pero permítame una pregunta ¿aquel
día también se puso usted traje de faena para demostrar que no está dormido, o
también era un estímulo conductual para el pobre mono encerrado en su jaula de
cristal?

miércoles, 14 de junio de 2023

 METAFISICA DE LA COG-NET-I-VIDA-D


Todos los días el ocaso vivía su amanecer

ya no era el espejo del cielo, del aire y el sol

un cosmos había

pero también una dama con su velo de nube

y su dios y sus ángeles y sus demonios

y como si su alma sacara de todas las tumbas

hurgaba todavía, red(h)onda

en el todo de la nada

con sus qualia y sus quantum y sus mecánicas

de manos difusas.


Hermosas nuevas plantas crecen

bah, maíz, papas, plátano, uk, basura

host, holding, bitlock, bitcoin y su flor: 

Metaverso.


La res tiene un bello traje: Ser

Entes de generación malvada

al enésimo olvido elevada

como mosquitos en un pantano

los bit ya viajan en auto de im-pulso;

un hombre piensa, sentado, tranquilo

en la virtualidad de un parque real,

su Rh de sangre en las cifras tiene 

su propia huella dactilar

hace un rato hizo una transacción

repasa el talón del recuerdo

y el ejército de mosquitos se lanza sobre los poros

¿tendrá ésta piel repelente, o no?


domingo, 4 de junio de 2023

 

“El sentimiento más bajo que conozco es la aversión por los oprimidos, como si hubiese que justificar su sojuzgamiento a partir de sus atributos. De este sentimiento no están libres algunos filósofos muy nobles y justos”

                                                                                                                                                                Elías Canetti

FUERZAS EN CONTRASTE

Mientras encopetadas muestras de las fuerzas se pavonean

En la jungla gris donde los frutos del árbol del dinero abundan

ni maduran ni se pudren en las arcas [pero no en el suelo

verde oliva catalogado pulcramente como variados especímenes

en mala réplica de la Suiza deliciosa y fríohaciente,

de cronometrías exactas y rancias aristocracias crujientes,

la de las gélidas finanzas

de las más razonables y civilizadas bestias

                                                                                  y elocuentes,

una criatura indígena agoniza en la otra orilla

                                                                                        del río indiferente

los brazos de su madre se debaten, inertes

en los ojos que sólo de tristeza y angustia le dan su leche…

pavoneándose también, pasa un poeta,

y piensa, si un cascote de níquel le extendería una receta médica

“Eah, disculpen ustedes,

Alférez, sargento, coronela, teniente:

Tómense una foto junto a éste marco

Espléndidamente patético de pretéritas épocas

Luciendo sus flamantes cuernos como cetros

¡sentimientos!

Para el álbum de momentos memorables

Embistiendo la fortuna,

En que se refleja el aura de la muerte

Acariciándoles las gordas egolatrías

Mientras se disuelve tras su tinta de calamar

De la seguridad y el orden…”

“Amable ciudadano,

Agradecemos enormemente su gran ojo avizor

Y su balancín virtuoso de la suerte

Más, acaso, es que no se entera su sabio mirar

Del nuevo orden -el de siempre-,

Que en la lucha por la vida no hay almas

Ni hay sus-tratos, de lo que se sostiene;

Por la cloaca de la existencia sólo sale lo que puede

Y se refleja -si quiere- en los kepis o en el pis,

En las vidrieras, o en los plásticos hilos

-de su voluntad depende-

Que tejen sedales para pescar la calma

Y los besos y los resuellos y las decisiones firmes;

Así que, piérdase, antes de que tema usted

Comparecer ante nuestros jueces”.

 

Ps.: Esta postal vale sólo como re-presentación enviada desde el éter eterno a la superficie del plasma de lo existente aparente, como estímulo de sensibilidades rebeldes y reluctancias al uso. El nudo del llamado mundo ya se ha deshecho, ahora lo llaman quásar o hueco negro.

 

 

viernes, 19 de noviembre de 2021

 



VIÑETA DE HOMBRE MADURO CON TIGRESA


«¡Vaya, qué fastidio!: Esa sensación de incomodidad de que por doquiera que uno mire está invadiendo la privacidad. Miras a tu izquierda, una conversación de whatsapp; miras a tu derecha, una jugarreta de chat; miras adelante, llamando mamá» Iba pensando las palabras que pondría en twitter ahora que medianamente se había acomodado en el atafago de la buseta con afán -la guerra del centavo y del patrón cronometrando, si no tus pasajeros, entonces tu caminar-. Había desdeñado el franquearle el paso de aquel paisano azorado que abría el compás de la paca de panela entre sus piernas en la primera fila, sólo porque el ofrecimiento tácito y apenas subjetivo de la segunda banca, a la derecha, que no solo ofrecía sentarse a la primera, sino que, ajá, una piernas desnudas de primera y una inscripción de tinta imperecedera por decodificar. Hubiese podido inmediatamente ponerse a la tarea pero no se dejaba dominar de los escarceos de la conectividad; no compraba datos; bien podían esperar el wifi.


La teoría del magnetismo está muy mal elaborada; es decir, es que es muy difícil hacerse con el misterio universal. Pero, ¿qué impide que la gente a la cual la fortuna a favorecido con una buena pinta, con un buen disimulo de su almizcle, amén de las fragancias francesas y el debilitamiento de las dotes olfativas antiguas del peligro -tiene que ser un cadáver muy podrido el que esté emitiendo su señales para que unas narices blindadas para la corrupción reinante le puedan detectar-, sea registrada en el radar eterno del ir, del venir, del conectar? Ya era tal la cercanía que, luego de que la idea esbozada para ir a mostrar sus pobres vanidades a twitter.gov, imposible de enfocar por su enrevesamiento, como una marca de agua cuyo texto e importancia se ve menguado por el titular : ESCÁNDALO, sólo queda exihibir credenciales: Es tuyo, es mío,es nuestro; no es nuestra culpa. El espacio vital.


Que los imanes y su potencia, venga ¿pero quién los hizo; qué, aquello de los volcanes y su excrecencias para venir a recoger tanta limalla que sólo busca vagar por la vida fresca? Allí, de soslayo – aunque el rictus es de total indiferencia y una cierta rigidez, un envaramiento de perro azuzado por zorras y lobas reinas de la selva de lo bueno -, una mujercita que deja de ser niña -¿doce, trece años?-, por las gafas de nerd y la expresión lasciva, con su madre -un jamón de luminosas patas de gallina entallando sus caderas en jeans de tiro caído en las estrías- ¡Má, y pille que le digo a la profe que tengo unas tangas de las mismas! Choque esos cinco, jajajaja, pero, pilas, que estamos en zona de guerra, mija.


Así que ¡cómo así!, marica. Mirás de soslayo, como con pena y, aterrado de ver cómo el compás entallado en ajedrez de cuadros de colegiala se abre sin definir la fórmula de bisectríz y, como cuando las plegarias, te encontrás, al otro lado, con un rostro tan normal que inspira respeto: veintitres, veinticuatro años; nada del animal comehombres que campea en los talantes, en las personalidades -haciendo claridad de que aquí se habla de lo popular. Lo aristocrático tiene otros desparpajos-; labios carnosos sin rictus de desprecio o de cinismo, pero en las bombas del chicle que estallan cada segundo que el dedo índice se hunde en la tecla de colgar hay una inquietud que pareciera llamar a los bomberos. Si la montaña no viene a Mahoma, a Mahoma va la montaña. Pero la ramita de adormidera no se cimbra ni se encurume; ahí se queda como el perro que enseña los dientes al otro perro. Parece titilar en avisos de luces led de los techos y paredes que anuncian siga al pasillo, apague el cigarrillo y cuide el bolsillo; dogmas viejos. Un Richard Gere en El tiempo fuera de la mente que ha encontrado a su hija y por fin la abraza con fruición y ternura denodada.


Ah, no, pero la guerra es la guerra y la rabia es la rabia; y hay triquitraques de la navidad que se quedan ahí, tirados, desmayados, hasta que unos dedos inocentes los toman: Maldito viejo enfermo, ¡¿què le pasa?! Vaya a acosar a su madre, desgraciado. Pero este niño nunca ha tenido que ir a que le curen un dedo mutilado. La veo bien de uñas; la pantallita se ha calmado y ha pasado a ser una blanca mano que se posa coqueta en una rodilla. ¿Cuántas veces por día las ensucia con sangre de corazones desgarrados? Eran unas deslumbrantes uñas, como una cama de pino apenas cubierta con barniz y unos deliciosos biseles dorados allí donde los agarres y los desgarres y un toque de color carne donde la madre y el aire. ¡Vaya! Entonces, al fin ¿qué, son uñas o son garrass? El soslayo de la mirada sonriente era como si de un cielo de tormenta emergiese un rayo de sol que arrastra un pedazo de ilusión de azul. Bueno, pues es que si me concentro en su nariz no voy a sacar un águila pero si me quedo un poco más una tigresa me asalta.


De modo que el silencio reinó y un azore de pantallas, como si hubiese venido en auxilio de los chismosos el trancón de tráfico por un accidente de carro pesado contra muchachita rica en veloz despilfarro.

domingo, 26 de septiembre de 2021

 

POR QUÉ SON COMO SON LOS QUE PICHAN

Entonces se vio preguntándose por la categoría a la que pertenecía esa sensación, después de que la vio, como había visto a muchas, pero sólo ahora, recordándola en su camastro pobre -aunque no menesteroso, pues, qué más se puede mendigar a la miseria, luego de que la doña Natura ha regalado, no a tí solo, sino a tantos seres minúsculos, que son la mayoría, autosuficiencia nacida de la obra de la mano y la resignación propias por lo que, no teniendo opción, aunque las mientes pudieran ofrecer muchas otras formas, de mantenerse con el agua al cuello de la angustia que significaba la falta de otras gargantas expresando su sentimiento, cualquiera cosa que ello fuera, rabia, asombro, resignación, risa estúpida a fuerza de costumbre, como para que el ejercicio de sensaciones y  efectos de las tales, lograrán acaso nudos de razón como telarañas que redundaran en acciones de seres para los que las decisiones ni siquiera estaban contempladas-. Puede que pareciese absurdo pero en seres como aquel, la relación entre emoción y reacción, tenía un punto de quiebre en el cual la elucubración, que no la reflexión, pues entre estos dos términos, tan especiosos como enrevesados, que pretendían comerse a conceptos sencillos como pensamiento y meditación, para los cuales el primero sólo podía endilgársele algo tan elemental como atención, una flor abierta a las patas de la abeja indagación -flor de barro por demás- , y al segundo la hierba de espejo mirándose en agua turbia, cosa que sólo podía explicarse porque la elucubración era cobrar al barro su encubrimiento de la otra cosa, de la otra palabra, del siguiente paso en el tremedal de lo incierto, y, si se quiere, elucubrar era el obrar-del-culo-cuando-se-sabe-el-valor-de-la-mierda y, que nadie se llame a engaño: el intestino sano no deja que nada se vaya al ano. En tanto que la reflexión era doblar el espejo al punto tal en que la fidelidad del ser actual se quedase muda ante la realidad del deseo. Así que, era a la personalidad, al carácter, o al talante, que la actitud lasciva podía afiliarse? Al talante, desde luego, se dijo: a-lo-que-ta'lante, y que el mundo se venga encima.

jueves, 1 de julio de 2021

 




BALADA PARA UNA LADY


Ella mira como mira cualquier pájaro

que se encuentra con la mirada

de algún niño extasiado

y le hace el menor caso,

como no sea saber

qué pasos está dando

y se queda, disimulada, mirando

si se acerca a su flor amiga

o si va hacia el abismo de sí mismo,

su camino más transitado.


Ella mira hacia todas partes

como mira cualquier pájaro, nervioso

y también mira a su corazón

como mira a cualquier maduro plátano

¿qué puede acontecer, de pronto, en el aire del agrado?


Ella mira,

y él la mira, y

¿es un ala, o es un pecho

eso que se hincha en la mirada del muchacho?

Ay, que las ramas que se agitan son vientos huracanados;

hasta que por fin el griterío de polluelos,

-nada que ver ni con él ni con ella-

como no sea la entrega del ruín denario

ante la vitrina queda de confites aliviado.





 



ÉXITO Y SU ÉPICA


Fracaso se armó de rabia,

de suficiente razón sin ley

y atacó a Éxito en su querida Calypso:

violó su intimidad, su castidad,

se solazó en sus opulentas formas,

por un rato se sentó en su trono.


Pero, ¿quién era Éxito sino lustre

à la hauteur, de arrogancia, fuerza?

Y, acaso ¿no era la belleza Calipso,

con sus artes seductoras y sus filtros

la que de la eterna búsqueda

de su perdida Ítaca al pobre Ulises extravió?

¿Y, no era Fracaso hijo legatario de Pobreza y Caos;

no era, acaso, linaje atestado de Caín?

¿No tuvo, acaso, el libro de los ungidos la astucia

de ignorar las mieles y maravillas de los titanes,

y a la señora Historia no invistió

con las púrpuras medrosas de la ocultación?


Entonces Éxito convertido en cueva de bandidos

le recordó a Calypso que ser debía la vengadora

de su muy ilustre y condenado padre Atlas

-cargador eterno de una piedra infame-

y los hercúleos depósitos de sus tías las fuerzas

de Moira a regar las copas de pútrida sangre sacó;

y extendió su manto de sombras sobre los gélidos nichos

donde deleitosas viandas se conservaban y caras

se repartían a cambio de sudor y lágrimas;

y humillación contra humillación se ciño el lazo de la ley

no contrastada, no cumplida, diluida, dilatada, postergada,

arrebatada, colgada del gancho del acuerdo y la concertación...


Aún humean las teas en las calles del tiempo cobarde

que todo lo esconde, lo vence y convence

y los pobres corazones asustados corren como cervatillos

en la pampa de la incertidumbre

pero rumian el intrincado pasto telemático

y en sus redes manotean la maraña

que la araña del hijo de la astucia tejió

con hilos de acero de indolencia la ilusión

de imposible liberación.


A PROPÓSITO DE CALI Y LOS SUCESOS DE JUNIO 2021

 



SOY NEGRO



Soy negro,

aunque mi piel es clara, soy negro

como lo es mi adentro, como lo es mi alma.


Soy negro,

aunque mi educación es blanca soy negro

como el saber cósmico que tengo

heredado de negras páginas

escritas en el polvo de los huesos.


Soy negro,

aunque por el Nilo de mi sangre

corra sangre americana

y la egipciáca pirámide haya sido erigida

en símbolo de la inteligencia humillada.


Soy negro

como negro es el centro de todo soy negro,

aunque mi política se lave la cara

y de sepulcro blanqueado me obliguen

a sonreir a la mascarada.


Soy negro,

aunque mi memoria está deslumbrada

pero soy negro, muy negro,

porque mi memoria todavía es esclava

de aquellas manos que pusieron

mi principio en la nada.


Soy negro...

aunque se abra la ventana.

domingo, 13 de junio de 2021

 


GENTE DE BIEN


La gente de bien tenía características muy particulares; curiosamente, y en contraste con la gran dicha tecnológica democráticamente reinante, era muy exclusiva -aunque no escasa- y extraña. La gente de bien -de la cual se conocía muy poco a profundidad, como no fuera la profusión de sus reputaciones- no se escondía en ninguna parte pero tampoco tenía que hacerse notar: la notaba el entorno. La gente de bien, lo era tal, “de bien”, como si perteneciese a un líder monstruoso y carismático; se supone que la regla gramatical indicaría que esa gente se adjetivaría simplemente como “gente bien” pero el lenguaje -y más ahora- estaba lleno de trampas; podría ser gente bien pensante, bien educada, bien alimentada, bien relacionada. Quizás por eso era que la gente de bien se notaba al instante porque odiaba el ruido, las aglomeraciones, los abigarramientos -lo que no quería decir que no estuviesen a favor de la pluralidad de ideas, de gustos, de talantes- y buscaba alternar lo menos posible en ambientes informales, con desconocidos, con la maraña de la selva de cemento. Buscaban decir lo estrictamente necesario y en el ambiente adecuado. El entorno los notaba porque los pájaros cantaban para ellos, el aire no se hurtaba para ellos de los exostos, el rumor sempiterno de los etéreos espacios los cobijaba con niebla profunda.


Lo curioso de la gente de bien era que cuando esa palabra tan universal denominada pueblo a la que se acudía cuando se necesitaba aglutinar las sensaciones, ideas, deseos dispersos, ellos estaban automáticamente incluidos. Entonces uno, que simplemente era gente bien, gente bien soyada, bien despreocupada, bien desprejuiciada, bien dispersa de la atención acerca de para donde iba el mundo -de lo cual nadie decía algo concluyente aunque había, desde luego, voces más autorizadas y atendidas, que otras- se preguntaba si las antiguas tradiciones, que se ven más perdidas conforme sube el estrato socio-económico-cultural, en las que la camaradería de la cuadra, del vecindario, la informalidad de intercambio del parque, del bus, de la fila, servían más o menos para fortalecer los sentimientos de pertenencia a una nación, a una sociedad, a una causa de fines loables como lo es la convivencia; como cuando la guerra, generalmente causada por gente venida de muy lejos, que, o habían llegado a un grado tal de felicidad y hartazgo que querían expandir su poderío, o bien habían llegado a un punto de saturación de sus recursos que necesitaban hacerse, por las buenas o por las malas, de lo que allende estaba colonizado y acaparado, hacía que las diferencias se desdibujaran.


Pero estaba claro que la gente de bien eran guerreros, guerreros contra el caos y la anarquía; contra la estulticia y la ociosidad; contra el parasitismo y la proliferación; contra la dicha de la embriaguez de lo fácil, de lo “a la mano”. Y estaban bien armados: tenían la epistemología, tenían la retórica, tenían la enciclopedia -hecha ahora de páginas y páginas y más páginas solapadas en impulsos electrónicos- y, lo más sorprendente: la gente de bien tenía una varita mágica que hacía cosas como de la nada: ese concepto evanescente hecho de las palabras tiempo e ideal, construido con los cimientos de la experiencia, la herencia y la porfía: Las instituciones. Y a las instituciones nadie ingresaba si no demostraba una equilibrada combinación de astucia y bondad. Sólo que, igual que con los tiempos de abundancia y sequía, había que administrar.