domingo, 24 de septiembre de 2017

Y AÚN NO


Volví, dijo Wislawa Zcimborska al oído de mi embriaguez; volví al prado frente al Trivento Building’s trust, donde me dijiste adiós. Y aún no quieres creer que te amo; aún te empeñas en seguir errando en ese tártaro con sol. Y mandé esquilar todos los tréboles entre ellos todos los de cuatro hojas para que nadie más se encuentre uno como el que te hice encontrar ese día. Allí, a unos metros te dejé un regalo. Y aún no quieres creer que te amo. Lo buscaste ayer desesperado; lo habías dejado junto al banco de los sueños donde conversamos, la almohada. Y aún no quieres creer que te amo. El humilde lapicero con unos últimos estertores de tinta con que has escrito los últimos poemas. Y que importa si soy yo o no el ángel que persigues, por fuera y por dentro, en su carne y en su alma, de día y de noche; en el segundo y en el instante; en el estornudo y en el pálpito y en el orgasmo, en esa chiquilla. Y aún no quieres creer que te amo. Y le pides a ese borracho, Dylan, que te ayude a tener una esposa como la suya ¡qué risa!No aprecias, no, no aprecias la tinta indeleble con la que escribes en tu corazón y sólo a mi me dedicas. Y aún no quieres aceptar que nos amamos. No te da pena ajena todo lo que Dylan trae tras de sí. No paras mientes en la pobre miseria de Sir Kingsley Williams Amis y toda su cohorte de bandidos. Y aún quieres ser como ellos. Poner el diablo del ego y la maledicencia a tu servicio. Ay, no voy a decir más: Tu gracia y tu inocencia persiguen hace tiempo el verso del pobre Ezra Pound “váis a acabar muy mal, cantos míos”.   


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