¿Qué significa la pobreza de alma?
Me interrogó un día el pequeño
saltamontes que hay dentro de mí
pobreza de alma es, le dije,
estar en la más cochina calle del
sentir
y no hablo del barro pegajoso que da
vida
ese viático que sólo o con mesa para
dos
o para muchos recoge las basuras que
van dejando los demonios
de la envidia, de la ira, del atesorar;
hablo de ese toque que se dan las hojas
en el viento
cautivas de una rama insondable ven la
sangre cómo sufre
por llevar su fuego a tanta pequeña
soledad;
hablo de esa calle inane, de ese duro
asfalto, de ese aire
irrespirable ostentando probidad y
clase y alminar fortificado
y gran granero y fuerte vino de palabra
y dulce veneno de armas
y amarga ensalada para convidar;
pobreza de alma es esa página en
blanco
reservada para un testamento de
venganza
pobreza de alma es ese sello de
desconfianza
sobre el libro publicado a ultranza y
que nos hizo exclamar:
Oh, esa cosa rara; no vale nada; no
tuvo industria,
no tuvo alcurnia, no tuvo finanza;
pobreza de alma es cerrar la ventana
al heraldo de una novedad que puja
es darle río a la risa venida de un
derrumbe de razón;
pobreza de alma es poner un vidrio
blindado a la muerte
es vitrina exhibiendo ensartada
serpiente
en un signo ominoso de papel.
Pobreza de alma es dejar a las sombras
excitadas en su cama
y no penetrarles su amor vampireándole
a la luz su sangre
es no refrescarle el aliento a la
intriga...
Pobreza de alma es, pequeño
saltamontes, no saber,
como tú, como yo, sobre la propia
sombra saltar
allá, donde el grano de arena y la
suela son todo, nada, y más.
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