lunes, 16 de marzo de 2015

TRES VIÑETAS CON SPREZZATURA

Hay veces que la elegancia
no cabe en ninguna parte
ni siquiera, para variar
en la fea novedad de un espejo roto
que grita con las letras de sus fracturas.

Hay veces que la elegancia
no cabe en ninguna parte
ni siquiera, por figurar
en la sinceridad de un par de lágrimas
que brotan inoportunas;
el cocodrilo cuando tiene hambre
afila sus fauces y las irriga
con el agua de su mirada fija.

Hay veces que la elegancia
no cabe en ninguna parte
ni siquiera, en primer lugar
cuando el amor busca su nombre
y el reflejo de su espejo
transparente o gris pero sincero.

Hay veces que la elegancia
no cabe en ninguna parte
especialmente, por ejemplo
cuando la vergüenza
quiere hacer de tripas corazón
y no hace más que dar otra caricia
a la suela sucia.

Hay una sola vez que la elegancia
y sin apelación, la única
puede acomodarse dónde y como
y con las palabras que se le antojen
cuando la muerte profiere
su sentencia última.

***

El fuego de la vía de la sal. saliva
llenó su cupo mínimo en la escupa
y hecha agua furiosa, vendaval fue
a in-formarse de mis formas más íntimas.

La pobre madriguera del corazón
aún se abriga con el desconcierto
y se traga el monstruo de sus titubeos
de sus miedos, de sus enigmas
para digerirlos en las flores
que crecen en el vientre
cuando nos vemos,
cuando nos vamos
de nosotros mismos
y entendemos la locura
de la que huimos como perdices
del escándalo del viento.
Entonces me hago música
con el ton-ton trotón
caballito corazón
de tu recuerdo
que galopa por la pradera
de tu carita
y muerde la hierba del sufrimiento
¡vaya la espuela del acecho
de eso otro que alimenta su desierto
con nuestro remanso iluso
nos encabrita!
hay que dar de coces
al maldito y hablador voyeur
Ya que, aun mojado de tí
hasta el guargüero
no consigo todavía sumergirme
en tu agua oscura.

* * *

¿Acaso qué tenía
la ignorancia vestida de candor y juventud
que dispone piezas al gusto
del consumidor en las tu-pollerías
en tanto que en un rincón discreto
una medianía maquinal
en técnicas de oficina
con dedo parado y modales
emporcados en finas hierbas
saborea el regalo de la simetría
que tiene bien guardado el ying y el yang
sin que Afrodita tenga la culpa
para que de uno y otro lado digan
que no tiene vergüenza?
él, que toma el dorado muslo
y le da su beso de ojos deleitosos
mientras le hinca las fauces
como con las cosas y con codicia
hasta el cartílago y el tuétano
y deja sólo lo que es piedra fría y olvidada
de la noche en que se tejió la red ósea
pues, ¡qué no les quepa duda!
que aunque come con frugalidad
por la pobreza
aun con la diosa Poros
por compañía
comería con igual fruición
porque le gusta
así que la deje
a la pobre sonrisa candorosa
con la boca abierta
frente a la factura:
Me queda bien la desvergüenza
porque siempre que la llevo
la llevo con Sprezzatura.












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