miércoles, 25 de marzo de 2015

JEAN A.D. INGRES, LAS MOSCAS Y LO COTIDIANO

¡Es tan extraño! se acusa a un pintor (Ingres) de "diablo de hombre que ha sabido expresar, con más fuerza que nadie, lo poco que percibía". Al parecer su estilo no denotaba que, al emprender su obra, se hubiese usado algún tipo de filtro verbal o conceptual. No obstante y como papel recién impreso en la leyenda -y apenas comprado al acaso-, en boca de uno, que está de lo que decía otro, aparece esta sentencia: "Ingres decía que el lápiz debe posarse sobre el papel con la misma delicadeza que la mosca que vaga sobre un vidrio". Nuestra cita reza: "debe posarse", empero, el libro de donde se extrae dice: "debía tener"; ¡Cuántas sutilezas desliza el instante sobre la realidad de los que perciben! Y es que, pensando en la época en la cual tales sucesos fueron parte del dintel del sueño que son ahora, pensamos en que la percepción del vidrio de aquella época no era la misma que la de hoy. Hoy, por ejemplo, se dice que el vidrio es una unión coloidal de moléculas inestables por lo que el vidrio es tan delicado y se rompe con mínimas condiciones de fuerza; pero, golpeando con los nudillos sobre la ventana de la amada en la noche y, aunque ella esté, si no está de humor ni siquiera nos franqueará la barrera de luz con la que nuestras ansias y sus ansias podrían hacerse nudo, al menos el que permite que dos sentimientos se contacten por los hilos que conducen las pestañas. Una mosca, ese eterno pero inmotivado símbolo del mal, posada sobre un vidrio ¿puede saber más de metafísica de lo que un poeta trata de decir sin decir o con lo que dice enmarañado en la selva inexpugnable de las ideas imperfectas? Se restriega las patas como quien celebra una buena noticia o un sutil engaño, y pasa caricia infantil sobre sus ojos múltiples delante del observador ¿acaso quiere decirle de los intersticios que entre las moléculas del vidrio pasan sus hilos pasan sus patas tejiendo qué tapiz o qué velo?
El poeta vive su cotidianidad como sobre un vidrio espeso e indeductible pero no depende de él ser la mosca que teje su tapiz o su velo. Ahora, luego de que ha garrapateado sobre un papel tosco sus pequeñas ideas, se asoma a una vidriera más moderna y más sutil: la de la red Web; busca imágenes del artista a quien hace mucho rato describían sus contemporáneos pero no coetáneos como hombre rechoncho, ridículo en su figura calva de formas rústicas en contraste con la pretendida elegancia de su trazo y su obra; busca acompañarse de música pero no tiene una idea clara de qué música, máxime que asomarse a la mencionada vidriera implica y contraste energético asaz extraño y bizarre; se le viene a la cabeza el nombre de jarabe de palo mientras pasa revista a los desnudos sin título del artista; elige, sin conocerlo, un título de la lista: "De vuelta y vuelta" 
la canción se acompaña de un vídeo, unos niños desnudos juegan con una pelota de inflar que tiene impreso el mapa del mundo: "...hoy amanecí girao/pero nadie me ha avisao/hoy el mundo ha dao otra vuelta/hoy la vida me ha pillao/con un lío en la cabeza/hoy estoy desafinao...hoy el tiempo se ha parao/en la hora que no era...", pero aunque el poeta tiene su agenda, el entorno se la escamotea, se cree la mosca parada sobre el vidrio; hoy estaba programado continuar la obra retrasada sin perjuicio de la novedad que tiene el auditorio encantado. Pero el entorno no entiende de sensibilidades y tiene mucho vidrio que romper, igual que tiene mucho fuego que perder soplando vidrios sin objeto. La conclusión acerca del artista del pasado, visto desde los ojos de sus contemporáneos, no es la del hombre que parece mostrar una realidad vulgar, sin sustancia, sin tuétano, es la de la sencillez bella, sin aristocracias impostadas, sin remilgos de personalidad para obtener la mirada respetuosa y lambiscona. Caminando sin pretensiones de flanneur , con la cabeza puesta en su artista, el poeta ha llegado  a la conclusión de que hoy como en esa época la indolencia del común en el vértigo de su sensibilidad sin cultivo, sólo adopta poses: La vulgaridad como forma de vida es aceptable para denotar tranquilidad frente al azar y el acaso cotidiano; lo que no es aceptable es ver a los vulgares sin dejar ver algo de corazón. La elegancia deja ver delicadeza, pero la nobleza deja ver bondad, el resto son poses.
Es por eso que el don del poeta empieza a adoptar la posición vulgar de que ya no importa si la obra se encamina, se atasca o se queda inacabada, pues ya que no basta el estímulo impersonal y de sainete, le basta el contento que con alcohol o sin alcohol, con sonrisa o sin ella, sobrevive cada vez que la Musa se manifiesta, y llega espantando moscas de nuestra piel de vidrio. ¡Qué lo diga de algún modo algún nuevo pintor o una nueva performance de esas que mediante entrelazamientos de vello púbico de múltiples razas y géneros que, ante las reacciones del pudor de un espectador impersonal, anónimo y silencioso expone su crítica de sabihondo teórico como concesión de "indulgencia egoísta hacia todos los sentimientos comunes y solidarios" ¡Qué viva el papel que se ha inspirado con su nombre: Ingres. Aunque no aparezca el nombre de la mosca que lo inspiró!  

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