domingo, 31 de agosto de 2014

DE COETÁNEOS Y CONTEMPORÁNEOS

DE COETÁNEOS Y CONTEMPORÁNEOS
Se nos olvidaba. Daniel Riera había caído en la trampa de agarrarse, al calor lindo de la tertulia, de la dínamo eléctrica de viejo chochal que ofrecía a todos sus invitados Margarita Valencia. Y por eso no podíamos dejar de pensar en la fascinación del Gabo con el hobby de descubrir las costuras de los textos; dónde la carpintería dejaba el sello de su artífice cuando  pegó cola magistralmente en esta coyuntura; dónde hizo aparecer una veta en la madera de lo hecho que ni el mismo árbol conocía; donde remachó vulgarmente el clavo que no hundió como debía.
Sólo los iniciados debieron haberse dado cuenta (es decir, ninguno, pues los divos no escuchan este reguero de chismes bien hilvanados caídos del aparador estatal de la cultura sobre la industria) del tremendo pringonazo que acusó el pobre Riera cuando la dínamo soltó: “... y, seguiste lo que había de tus coetáneos?” “Decís, este... ¡coetáneos!?
Pero si el príncipe de Salinas puso a su sobrino con donosura a contar cómo tíazo le hizo “enguglierse un rospo”, ésta vez la Margarita no pudo disimular, indemne, el sapo que se le atragantó en su flor de divertimento con Felipe Escobar Uribe. Y es que cuando el editor de El Áncora Editores  dijo: ¿qué quieres decir con coetáneos?, no estaba preguntando qué significa, sino qué diablos hace este adverbio en la conversación.
La alta costura es la alta costura. Pero no deja de pasar que la sensación de un madrazo proferido por el sastre ante un pinchazo de la aguja en una fina puntada, es la sensación del diletante que no por eso deja de comprar la prenda; precisamente por un divertimento. Pues, cuando el señor Escobar dijo, a propósito de los inicios de su editorial que había sido como un divertimento y que al poner como obertura los cuentos de Carrasquilla, algunos escritos políticos de Bolívar y un estudio especializado de algún prestigioso historiador o sociólogo, quería decir que cuando una fiera de los negocios le mete el diente a algo, no importa qué hueso duro de roer es; no importa si la gacela es doctorada en correr o si la pintura corre el riesgo de aparecer como apólogo bestial.
Se notó el corte abrupto después del explicativo de los anfitriones: Si, lo que hacían al tiempo otros...de tu... y ni siquiera el buen sentido del humor que Jamón_salve siempre pone en la mesa, con la metida de la leche Klim en el vaso de Lucas Caballero, pudo salvar las dos horas. Pues tocó editar, mi’jito.
Sí, yo me muero de la pena, y para no seguir inventando películas de voz-en-off : «Perdóname, Margarita, pero lo que yo entiendo por coetáneo...», quiero recordar la primera vez que me encontré con lo coetáneo; fue en las obras completas de José Ortega y Gasset, cuando hacía, creo, un estudio de la razón en occidente; recuerdo incluso que en ese mismo día me impresionó la definición de indigente como “alguien que no tiene nada que decir”.
Uno es contemporáneo de los que viven en el mismo tiempo que uno y, si lo especificamos más, de los que tienen los mismos años; además, retóricamente hablando, la contemporaneización sirve para hacer ponderaciones entre pupilos o antagonistas, especialmente literarios. Gabo y Vargas Llosa son contemporáneos. Pero con los coetáneos el asunto es menos discernible: La palabra griega ethos tiene un larguísimo apartado en el diccionario Vox –no lo tengo a la mano-, y si puntualizamos podremos escoger la alusión a carácter; pero también puede ser afición, tendencia, sesgo. Yo podría ser en algún momento calificado como contemporáneo de los marihuanos más jóvenes que yo, metidos en el cuento de intentar filtrarse en el mundo de la literatura, sin por ello encontrar mucha reticencia en los entendidos. Pero si fuera catalogado en el futuro como coetáneo de Efraim Medina Reyes por su lucha marginal, por su posición contestataria, por sus experimentos literarios hasta que encontró y maduró una voz que le permitió, al menos, entrar en el rango de los leídos o comprados, quizás alguien con sentido de las proporciones dijese que es un contrasentido, tanto por los rasgos definitorios de la obra y vida, como por el hecho de que ni siquiera hay una sola obra mía consolidada y terminada que, no obstante, siempre observó un estilo único.
Yo creo que los coetáneos sólo podrían llamarse tal en el rango de los que se han unido para construir una obra, proyecto, estilo, comunes, Vr. gr. la co-editora de Escobar Uribe. Pero el genio no es coetáneo de nadie; mucho más cuando se hace suyo el verso de la canción: ...y en la sombra/mueren genios sin saber/de su magia... Es decir, coetáneo es una palabra que  debería abolirse del diccionario; al menos del diccionario literario.
Pero como lo contemporáneo, de lo cuál Margarita Valencia y un grueso porcentaje de los que desesperan por digerir el cosmopolitismo intelectual, que ya ni siquiera eclecticismo, vaya uno a saber si como en las grandes y verdaderas industrias de la comunicación, estuve ante un libreto más. Eso no me trasnocha.     

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