jueves, 27 de junio de 2013

FABULA DEL DONAIRE Y LA SENCILLEZ


FÁBULA DEL DONAIRE Y LA SENCILLEZ

Cuando Donaire se encontró un día por los caminos de la vida a la sencillez, Vida era todavía una pequeña niña que poseía fuerza, exuberancia, y algo parecido a lo que los hombres llaman belleza; pero realmente, en orden, precisión y contraste entre fines y medios, la belleza de Vida era mucho más que eso. Por eso esta chica que a la que también llamaban Naturaleza puesto que aún las niñas de sus ojos no abrían el foco de una manera que pudiera avistar a Conciencia, se propuso que iba a ser un personaje importantísimo en el Reino del Acaso y para empezar se dio a la tarea de encontrar, casualmente a Donaire y Sencillez. 
Cuando Sencillez, quien a diferencia de Donaire, que le gustaba hacerse notar, prefería pasar desapercibida vio venir por el sendero a Donaire, el corazón se le encogió en el pecho con un espasmo de suspenso, pero Valentía quien compartía esta cualidad de los espíritus sutiles con Donaire, sólo que Valentía gustaba de hacer visitas intempestivas y totalmente extrañas, pues en ocasiones que se le necesitaba perentoriamente, no aparecía ni por que se le rezaren cincuenta misas, acudió en su ayuda:
A ver, me gustaría mucho conocer lo que usted tiene dentro— le dijo.
Donaire, quien con el tiempo y después de mucho estudiar los embates de Azar y sufrir sus atropellos había ido a la Notaría de las Significaciones (¡quién lo notaría!) a cambiarse el nombre por el de Garbo, pues llegó a estar tan pendiente de su condición de globo inflado, que fue al quirófano de las Geometrías a que le practicaran un by-pass entre rabo, cabeza y est(ó)-mago; así, no iba dejando por ahí regadas sus ex-cre(e)-(es)-cencias y quien no se cocía al primer hervor, le dijo:
¡Humm, pero qué! ¿tu quién eres, acaso no te da vergüenza andar por ahí como una brizna que trae y lleva el viento?; mira, yo tengo inteligencia, imaginación, poesía, teatro, tengo magia y tú, ¿qué tienes?
Vaya, pues entonces muestra, porque a decir verdad, me parece que si miramos a fondo no somos muy diferentes del bulto con apéndice de colgajo o de oscura guarida que se encabrita o se inunda cuando el amor o la sangre los concita, sólo que la sangre sola no deja de ser río colorado de misterio—. Sencillez bajo la cabeza con una naturalidad que estaba lejos de poder ser tomada por congoja y en la arena sobre la que estaba parada fueron dibujándose, como si sus ojos fuesen estilos, pequeños jeroglíficos indescifrables. Cuando levanto la cabeza de nuevo, dijo con ojos serenos:
tengo bondad y alma.
Donaire titubeo y se sonrojó enormemente, pero enseguida se repuso y dijo:

  -¡Aja, coño! ¿y qué crees que guardo cómo el más grande tesoro?

Ese día nació la emoción llamada amistad y Donaire y Sencillez pasaron largo tiempo estudiando inglés.    

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