“La soledad de
su miedo...”
esa
tautología en boca de un periodista
para
otro.
Sólo
en medio de la soledad
el
miedo puede crecer
y
sólo en el paraje de espinas erizadas
puede
sentarse a cenar.
El
miedo,
odia
la reunión de las risas;
no
puede pasar por entre las piernas
de
las compañías;
otra
cosa es cuando el oso sale de su bosque
para
meterse en el patio a hurgar las basuras
dio-se-me,
el miedo
o
encontró en mi tierra cómo eyacular la semilla?
Medió.
Hay
juegos de niños de miedo para grandes
llamados
juegos de guerra
con
balas de verdad que se pierden en la intrincada selva
de
las posibilidades;
y
en ella, hay tantas malezas con su flor de cada color
que no hay forma de discernir que luz atraviesa el prisma
y si caen las gotas de lluvia desde nubes sembradas
o son agujas del costurero de la Historia haciendo su rima
¡Ay, miedo!
Que mi pecho te encuentre cuando ya estás encima,
en el preciso instante en que le muestres al vértice
de mis piernas
que hay camino para escalar la cima
que no ha de tener lugar
ya en tu cabeza o en la mía, da igual el instante
y
el punto exacto al que no apuntas,
sólo
apuestas, por si acaso...
Invisible
sentado sobre las piedras transeúntes
de
la urbe se toma fotos con las chispas del magnesio
de
las miradas en su encuentro
y
cuando no se velan en su corrimiento
aparecen
fachadas de almas que espían por las rendijas
dónde
el miedo abre sus servicios de cafetería.
II
Ah,
pero a los solitarios graduados en administrar el hambre
de
echar-del-lar de vez en cuando, charlando
se
les tiende a los pies como un perro flaco
y
entonces lo alimentan con sobras de tristezas y buenos huesos
de
añoranza también les dan babas de los éxtasis de los traicioneros
que
después van cagar mierda mal digerida de disculpas
en
jardines bien cultivados de amapola
que
luego serán el auténtico opio de los pueblos:
Decencia,
sacrificio, confort de gran superficie
siempre
en la antesala de sus mentes bien adiestradas
como
manager, el miedo; su gran cuadro
pintado
por todos los Picasso y los Rodin o los Renoir
que
denostaron que los Van Gogh naciesen en todo lugar
y
en todo tiempo...
Pero
también, cuando el flaco perro se duerme, recogen
las
cosechas que da el árbol del cosmos y sus silencios
que
traen secretos narrados de oído a oído
cuando
las letras han enamorado a los arpegios.
El
miedo,
envía
cartas secretas a los atrevidos y a los que tienen deudas
que
la estafeta almohada entrega cuando todos los cerrojos están firmes,
cuando
muestran las caras de muchacha inalcanzable a los fantasmas
las
puertas
abren
sus sobres de sábanas que se revuelcan
tratando
de retomar las cuentas perdidas de las ovejas mansas
y
pese a que pueden colegir de tanta cháchara
que
la escribieron malos novelistas
se
estremecen con la posdata:
¿Con qué cara
se me mostrará aquel monstruo ineluctable
que con su
temblor atravesará todas las barricadas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario