Los poetas modernos, esos pobres pájaros tejedores
Se arraciman en el árbol y dejan uno
Cuidando de los depredadores;
Los poetas clásicos, esos ubicuos habitantes
Van entregando sombras a las ramas de todo el árbol
Y yo, en mi rama, me río
¡Os miraís en un espejo!
Mientras, le cobro a la muerte su peaje.
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