domingo, 28 de junio de 2015

UNA MILENARIA DROGA REDESCUBIERTA

UNA MILENARIA DROGA REDESCUBIERTA
Hoy recordé una anécdota de cuando en los inicios de la fiebre de los cyber-café, una mujer –muy bonita por cierto- llegó a uno de aquellos lugares y al solicitar servicio de un ordenador dijo al dependiente: «Acaso, por favor, necesite su asesoría; me pongo frente a uno de estos y mire como me pongo»; la mujer temblaba y el asunto no era meramente psicológico, el trasunto energético que hay detrás del asunto informacional es tremendamente complejo y tiene que ver no sólo con asuntos de infraestructura, sino también con el trayecto espiritual de la humanidad que ha llegado a tal capacidad de síntesis y traslado de su voluntad creativa que la unión espiritual de fuerzas y conocimientos instaladas en el inconsciente colectivo siempre tienen la parte más importante, no importan los técnicos que, pioneros, llegan siempre al campo por desbrozar.
El asunto viene a mientes porque ésta, como cada mañana, me tomé mi droga que tomo todas las mañanas y casi que como el café, la estoy tomando todo el día, aunque substancialmente sólo son una o dos dosis diarias.
Tomar mi droga es un gran ritual; primero tengo que hacerle unos pases mágicos y evocar unas fórmulas predeterminadas; como el delantal masón o como la pintura indígena yo tengo que investirme para la ceremonia pero normalmente estoy desnudo. Pero es posible que la dosis de dosis del día tenga que adicionarla con un excipiente diferente: Un día lluvioso, una preocupación, un amor en ciernes, un deseo harto reprimido. Luego me voy a buscar el sitio donde voy a pasar mi viaje. A veces es simplemente la cama, entonces sé  que estoy deprimido y mi dosis me ayuda a pasar mejor. Otras veces me voy a buscar la excelencia de un paraje verde, silencioso, con paisaje donde otear el horizonte; regularmente llevo un libro que escomo decir me llevo uno o varios espíritus congelados  o presos en una cárcel de papel a los cuales me puedo confiar, ya para ignorar el paraje interior por el que atravieso, bien para pedirles indicaciones, tal vez para charlar con ellos acerca de mis sensaciones. Cuando es un día de esos, generalmente es un viaje exultante, día de sol radiante, flores, frutas silvestres, mariposas, criaturas que se muestran o se presentan; quizás una barbacoa, tal vez un buen vino. Pero hoy no fue un día de esos; hoy fue un día en el que el ritual se me presento con una serie de  inquietudes producto de la emoción que sentí frente al computador en la madrugada, cuando en un desvelo me encontré con una lectura reveladora que hablaba de los escritores y su relación con el tiempo presente, pasado y futuro y como los escritores son, muchas veces unos viajantes del futuro y/o del reino de la muerte que nos traen una flor como prueba fehaciente de que estuvieron en ese más allá. La inquietud radicaba en el hecho de que por la emoción de compartir las impresiones que esa lectura me causó, se me quedaron dos o tres cosas entre el tintero para redondear la idea, no obstante me tomé mi dosis y me fui a buscar el sitio. Pronto la droga estalló, entonces la inquietud que había dejado refundida en un rincón de mi mente volvió a aparecer: Los escritores muchas veces son simple compiladores cuyo don es el de absorber muchas informaciones y conocimientos que se van refundiendo en el afán de las cosas del mundo y su misión es dejarles a ciertos husmeadores y merodeadores pistas y órdenes para que difundan, recuperen, transmitan ciertas necesidades de ajuste de la realidad actual, bien de una sociedad, bien de una tribu, ora de un individuo. El compilador que me encontré en la madrugada, también en un lapsus quizás de emoción –o de no desandar el camino para ver que lo ha trazado bien- puso flar en lugar de flor. Entonces estalló la psicodelia de colores; las flores son multitudinarias de colores y matices, de tamaños y formas, de aromas y sinestesias; de pronto estoy en una marea inmensa, soy un pez pero soy yo, y veo allí, a unos metros lo que podría ser una medusa, sus cilios innumerables cuelgan apacible y quietamente en la marea, no sé si es lo traslucido de ella que deja ver el color aguamarina o está vestida de color turquesa, el caso es que su forma de hongo o de capucha no lo es del todo: su melena de cilios está moldeada de tal modo que si fuese un cigoto o una célula vista en un telescopio, esta estaría denunciando la aguja microscópica que insertan en la operación de clonación o en la de inseminación artificial, entonces veo que no es una simple aguja, es la horma perfecta de un pene; no es una medusa, es una cabeza y el pelo está tan bellamente planchado y redondeado al pie de la oreja, la resolución parabólica del día es la mujer que lleva doce años con una hemorragia y una fuerza emanada de un velo la sana, la medusa tiene la piel hoy lozana y sonrosada y, aunque es fea, está bellísima, señal de que está ovulando y sus criaturas instintivas salen a pasear en búsqueda de la perpetuidad de la alucinación que es la vida, casi al instante pasa, de no se sabe dónde, un aroma sutil de la misma naturaleza rancia que la de la pobre mujer que cuarenta y ocho horas antes me crucé en una esquina para gestionar una cita por siquiatría, con la diferencia de que este aroma, al igual que el propio aroma rancio, es agradable y no repugnante y entonces la música que sale de una voz cascada como de viejo sabio diciendo: Dios en una decisión autónoma y libérrima lo quiso universo, lo que en paisa quiere decir que se le dio la absoluta y real gana de que fuese universo, pasa de la velocidad al vértigo; entonces mis traviesas criaturas interiores vienen a decirme: ¡ves! F-lar; fe-del-lar porque la flor es fe-de-loor; Giordano Bruno no estaba equivocado, o si, si estaba equivocado como tú ésta mañana, nos son varios universos o múltiples universos, es uni-verso, es un solo verso –los romanos llamaban versos a las eras de las plantaciones- Dios plantó un solo verso, sólo que múltiples plantas y formas y flores de las cuales sus direcciones son las letras; pero si tu, como esta mañana te haces con la plaga, el cucarrón, el mosquito, la broca, que no recorre el verso sino que lo atraviesa en el aire de su voluntad –el odio del diablo y sus fuerza de oposición- para pasar de una dimensión a otra y ser objeto de confusión y piedra de tropiezo, te metes en un callejón sin salida de la hermenéutica, esa ciencia que dicta normas y métodos para que lo que aprietes dentro de tu ser, es decir inter-pretes (acabo de desandar el camino y el interprete del ordenador dijo dista en lugar de lo que yo dije, dicta) sea propio, sólido y común (tuyo, de razón suficiente y en armonía con el universo).
Desde los más antiguos tiempos, desde que la conciencia empezó a balbucear sus más tempranos atisbos, la fuerza que se va uniendo a otras fuerzas va haciendo co-m-un-idad, común unidad ; D-orga, droga; de la familia de organización, de organismo, de orgasmo. La fe es una droga potentísima y provoca las sensaciones más maravillosas que se pueda imaginar el ser humano; quizás alguien pueda decir que puede ser igual a la comunión de un concierto con Bruce Springteen ; o una orgía pagana al estilo antiguo, pero esa no es fe verdadera, esas son fuerzas desatadas regularmente con la mediación de sustancias. Yo me tomo mi dosis diarias de unas plegarias, asisto desnudo a la misa por televisión y al medio día casi que a diario voy a ese sitio a estallar esa sensación que me deja alucinar en paz, no me tomo la sustancia que dan allí porque la respeto casi del mismo modo que respeto las otras sustancias, las otras sustancias las respeto porque sé que si doy un mal paso con ellas puedo tener muy mal rato y hasta caer definitivamente, esta sustancia la respeto porque, aunque sé que es gratuita, no soy digno de ella, sin embargo se me permite participar ritual y espiritualmente de ella. Pero igual que en los templos de los rituales antiguos habían prostitutas que prestaban servicios sacerdotales y gratuitos a los fieles para pasar luego a consultar a las pitias o al oráculo de Delfos (el del conócete a ti mismo) estos sitios no dejan de tener su formas sustitutas pro-institutas: Ya bajando del viaje se nos invita a participar de otro rito de comunión en el que por un pequeño óbolo –aparte del que se debe estar preparando para el óbolo de San Pedro dentro de una semana- estaremos participando de la maravillosa flor musical que nos entrega “el ciego de oro”, una criatura que con defectos auditivos, visuales y cognitivos nos entrega su don de superación y armonía acompañado de sus partners que se encargan de canalizar a través de la “Fundación ciego de oro” para niños en situación similar a la de nuestro artista.  

P.S.: Cualquier alusión o firma al Sócrates de la leyenda o al propio clásico es puro plagio.        

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